Existen varias clases de películas malas, como las "Soberanamente Aburridas", las "Adorablemente Malas", las "Superproducciones Subnormales" o las "Cine Español".
Y luego están esas que deseabas que fuesen realmente buenas. Tenías la esperanza de que la adaptación de tu novela o cómic favorito hiciese historia en el séptimo arte. Y sales del cine cagándote en el director, el productor, el guionista, e incluso en Sean Connery.
Underwold está basada en mis fantasías sexuales. Bueno, en una de ellas (tengo mucho tiempo libre para estas cosas): tía sexy, pistolas molonas, cuero negro y colmillos de vampiro. Y aún por encima la protagonista es Kate Beckinsale, ¿qué más puedo pedir?.
No creo poder explicar con palabras la reacción que esa actriz provoca en mí. Imagínate al lobo de Tex Avery aporreando la mesa y desplegando su lengua como una gran alfombra roja de bienvenida. Piensa en Homer Simpson, babeante ante una caja de donuts con glaseado rosa. Kate Beckinsale hace que películas deleznables como La Tabla de Flandes y Pearl Harbor merezcan ser vistas.
Pero ella, sus colmillos y ese arrebatador look cyberpunk no eran las únicas razones para llevar meses hablando de Underworld con mis amigos. Como a cualquier otro jugador de rol que haya pasado buenos ratos en el Mundo de Tinieblas, la idea de una "guerra encubierta entre vampiros y hombres lobo" llevada al celuloide nos fascinaba. Y como aficionados al cine de acción, nos ponían los dientes largos anunciando "un híbrido de Matrix y Blade".
No es que desease que la película fuera buena. Sabía que iba a serlo.
El comienzo de Underworld es prometedor, aunque la dirección se muestra bastante limitada desde el primer tiroteo. Y no tardamos en descubir que, por mucha pasta que inviertan en efectos especiales, los Hombres Lobo siguen quedando tan cutres tan cutres en el cine como hace 20 años, en Aullidos. Pero eso realmente no importa mucho, tenemos una galería de personajes interesantes, una atmósfera opresiva bien conseguida y un ritmo adecuado.
Y entonces es cuando algo empieza a fallar. La película cae en la espiral de estupidez característica de las "Superproducciones Subnormales", la trama y sus protagonistas se aplanan, y se pierde toda esperanza de encontrar algo mínimamente original o lógico. No se llega a hacer aburrida, pero todo va perdiendo sentido a cada momento que pasa. Así, nos encontramos uno de los romances peor llevados de la historia del cine, el de la vampiresa Beckinsale y el maromo insufrible de turno, que ni siquiera hablan entre ellos. Luego empiezan los volantazos de guión, no por previsibles menos desconcertantes. Llega un momento en el que ni los personajes tienen claro quién está muerto y quién no, pero se siguen zurrando entre sí. La pelea final, pésimamente coreografiada, sí que llega a aburrir, no por su duración, sino porque a esas alturas la película te importa tanto como a sus creadores dejar a un público satisfecho. Es decir, nada.
No salí del cine echando pestes, desde luego tampoco estaba satisfecho. Sí, había tenido tiempo para admirar a Kate Beckinsale, tomar notas mentales para mis sueños húmedos y generar suficiente saliva como para fregar mi casa. Pero una vez más me sentía estafado. Y con ganas de jugar una buena partida de Vampiro: La Mascarada.
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