RECORD GUINNESS
El Snob chupetea con poca maestría una fragante pipa de tabaco avainillado, y escucha algún grupo de rockabilly desconocido...
He batido un record Guinness, con tres litros de deliciosa cerveza negra deslizándose por mi gaznate esta noche, una pinta más que en el St. Patrick's Day. No sé si debe ser motivo de orgullo la ingesta masiva de sustancias intoxicantes, pero desde luego ha ayudado a que esta velada fuera poco menos que perfecta. Mucha birra, y una conversación interminable, reveladora e inteligente con M.A., sobre sexo, amor, y todas esas cosas de las que no hablo con nadie más que con él.
Porque con M.A. me siento distinto que junto a cualquier otra persona que conozca. No son sólo la confianza de un sincero que-esto-no-salga-de-aquí, el que siempre tenga algo nuevo que contarme y su capacidad para mantener una discusión sobre (insértese aquí algún asunto que tenga que ver con política, música, o cualquier otro tema en el que tengamos ideas opuestas, extremas e inamovibles) sin terminar asqueado y dándome la razón sólo para que me calle. M.A. me hace sentir comprendido, cosa que nadie más ha conseguido en toda mi vida. Aunque delante de él siga llevando puesto ese disfraz de perdedor bohemio que no me quito ni para dormir, tengo la certeza de que sabe leer entre líneas y reconocer cuándo voy de farol.
Y, pese a alegrarme por haber encontrado a una persona con la cual compartir una amistad verdadera, me apena pensar que él es el único con quien he llegado a entablar ese grado de relación. La última vez que me tomé una Guinness con otros tipos, se dedicaron a recoger las monedas que turistas alcoholizados dejan entre las piedras de las paredes de los tugurios de Compostela. Hay que ser miserable.
En fin, brindo por M.A., por las conversaciones interminables, reveladoras e inteligentes, por la amistad verdadera, por las tías de trasero bonito, y por los imbéciles que apañan céntimos en las tascas. Y por el record Guinness.
El Snob chupetea con poca maestría una fragante pipa de tabaco avainillado, y escucha algún grupo de rockabilly desconocido...
He batido un record Guinness, con tres litros de deliciosa cerveza negra deslizándose por mi gaznate esta noche, una pinta más que en el St. Patrick's Day. No sé si debe ser motivo de orgullo la ingesta masiva de sustancias intoxicantes, pero desde luego ha ayudado a que esta velada fuera poco menos que perfecta. Mucha birra, y una conversación interminable, reveladora e inteligente con M.A., sobre sexo, amor, y todas esas cosas de las que no hablo con nadie más que con él.
Porque con M.A. me siento distinto que junto a cualquier otra persona que conozca. No son sólo la confianza de un sincero que-esto-no-salga-de-aquí, el que siempre tenga algo nuevo que contarme y su capacidad para mantener una discusión sobre (insértese aquí algún asunto que tenga que ver con política, música, o cualquier otro tema en el que tengamos ideas opuestas, extremas e inamovibles) sin terminar asqueado y dándome la razón sólo para que me calle. M.A. me hace sentir comprendido, cosa que nadie más ha conseguido en toda mi vida. Aunque delante de él siga llevando puesto ese disfraz de perdedor bohemio que no me quito ni para dormir, tengo la certeza de que sabe leer entre líneas y reconocer cuándo voy de farol.
Y, pese a alegrarme por haber encontrado a una persona con la cual compartir una amistad verdadera, me apena pensar que él es el único con quien he llegado a entablar ese grado de relación. La última vez que me tomé una Guinness con otros tipos, se dedicaron a recoger las monedas que turistas alcoholizados dejan entre las piedras de las paredes de los tugurios de Compostela. Hay que ser miserable.
En fin, brindo por M.A., por las conversaciones interminables, reveladoras e inteligentes, por la amistad verdadera, por las tías de trasero bonito, y por los imbéciles que apañan céntimos en las tascas. Y por el record Guinness.
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