ONE HUNDRED THOUSAND MILES
A nadie en su sano juicio le pueden interesar las historias de amor ajenas. Está en la naturaleza del ser humano el preferir ver a Vin Diesel pateando culos y apuntando nombres en lugar de a Shakespeare enamorado. Por esta razón no os voy a aburrir con mi pequeña historia de amor. No pienso confesaros que comparto mi vida con una persona que vive a mil kilómetros de distancia del lugar donde ahora mismo tecleo estas palabras. En parte porque no creo que a nadie le importe una mierda, en parte porque sé que en vuestras mezquinas mentes se iluminaría un letrero de neón rosa con la frase "Este tipo está como una puta cabra". Y necesitaríais insulina si os contase que ha vuelto a visitarme, que ha cruzado la península, atravesando lugares que dudo que existan, para venir a verme. Para que pudiera cerrar mis ojos unas cuantas veces junto a ella, bajo las mismas disputadas mantas, y apuntar ese día en la lista de Los Más Felices De Mi Vida.
Hace treinta y seis horas que se ha marchado, y yo sigo tratando de no asimilarlo. Porque sé que cuando lo haga me volveré a sentir terriblemente solo cuando duerma solo, cuando me duche solo, cuando me emborrache a solas, cuando coma natillas de chocolate de un maldito envase de plástico. Voy a vendarme los ojos y taponarme los oídos y ponerme en postura fetal y chupar el pulgar de mi mano derecha e intentar no darme cuenta de que se ha ido hasta que esté de vuelta entre mis brazos.
Hay días en los que sólo me apetece decir que la quiero. Hasta el fin del mundo.
A nadie en su sano juicio le pueden interesar las historias de amor ajenas. Está en la naturaleza del ser humano el preferir ver a Vin Diesel pateando culos y apuntando nombres en lugar de a Shakespeare enamorado. Por esta razón no os voy a aburrir con mi pequeña historia de amor. No pienso confesaros que comparto mi vida con una persona que vive a mil kilómetros de distancia del lugar donde ahora mismo tecleo estas palabras. En parte porque no creo que a nadie le importe una mierda, en parte porque sé que en vuestras mezquinas mentes se iluminaría un letrero de neón rosa con la frase "Este tipo está como una puta cabra". Y necesitaríais insulina si os contase que ha vuelto a visitarme, que ha cruzado la península, atravesando lugares que dudo que existan, para venir a verme. Para que pudiera cerrar mis ojos unas cuantas veces junto a ella, bajo las mismas disputadas mantas, y apuntar ese día en la lista de Los Más Felices De Mi Vida.
Hace treinta y seis horas que se ha marchado, y yo sigo tratando de no asimilarlo. Porque sé que cuando lo haga me volveré a sentir terriblemente solo cuando duerma solo, cuando me duche solo, cuando me emborrache a solas, cuando coma natillas de chocolate de un maldito envase de plástico. Voy a vendarme los ojos y taponarme los oídos y ponerme en postura fetal y chupar el pulgar de mi mano derecha e intentar no darme cuenta de que se ha ido hasta que esté de vuelta entre mis brazos.
Hay días en los que sólo me apetece decir que la quiero. Hasta el fin del mundo.
Y en Radio.Snob: Los Dirtbombs de Mick Collins rinden tributo a Smokey Robinson & The Miracles: If You Can Want
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