MECCA-COLA (UNA LEYENDA URBANA)
El hombre de rasgos árabes terminó su consumición, pagó, recogió el cambio y en un instante su imponente y enigmática presencia había desaparecido del bar. Pero el maletín que lo había acompañado al entrar seguía sobre la barra.
El barman, al que llamaremos Barman, pero que bien podría haber sido un pariente de una amiga, y la camarera, a la que llamaremos Camarera, pero que bien podría haber sido una amiga de un pariente, miraban fijamente el maletín abandonado.
Camarera había visto Los Intocables, y recordaba la escena del maletín explosivo.
Barman también había visto esa película, y también recordaba esa escena, pero no haberse negado nunca a comprar cerveza de contrabando a un capo mafioso.
- ¿Lo abrimos?- preguntó Barman por tercera vez.
- Está bien...- tardó en contestar Camarera- ¿Qué íbamos a hacer sino? Seguro que hay algún papel que nos permita localizar al dueño y devolvérselo...- intentaba convencerse de que nadie había colocado nada para matar a nadie dentro del maletín.
- Haz los honores- Barman se hizo a un lado.
Camarera, conteniendo la respiración, presionó los dos cierres del maletín, que hicieron un ruído idéntico al que harían dos cierres normales de un maletín normal al abrirse. Y dentro del maletín no encontró nada que nadie hubiese colocado allí para matar a nadie. Había dinero. Fajos de billetes de 500 euros, ocupando hasta el último centímetro cúbico del maletín.
La discusión que siguió al hallazgo fue la típica que mantendrían dos personas que acabasen de descubrir un montón de fajos de billetes de 500 euros dentro de un maletín abandonado por un hombre de rasgos árabes. Al final decidieron guardar el maletín bajo la barra y rezar para que el hombre de rasgos árabes no volviese a reclamarlo.
Cinco minutos después estaba de vuelta. Era un hombre de rasgos árabes que acababa de perder un maletín lleno de billetes grandes, pero aparentaba ser un hombre de rasgos árabes bastante tranquilo y seguro de sí mismo.
- Creo que he olvidado mi maletín...- dijo, con un acento acorde con sus rasgos árabes.
Barman, que parecía estar bastante más nervioso que él, puso el maletín sobre la barra, deseando que, si algún día llegase a tener un maletín lleno de billetes de 500 euros y lo olvidase sobre la barra de un bar, hubiera un barman tan estúpido como él tras ella.
- Muchas gracias.
Silencio. Barman y Camarera cruzaron disimuladas miradas de derrota.
- ¿Lo han... abierto?
Silencio incómodo.
Camarera tragó saliva, emitiendo un ruído que recordaba vagamente a un "sí".
Silencio más incómodo aún.
El hombre de rasgos árabes abrió el maletín y examinó el contenido.
- Por las molestias- dijo, tendiendo sendos billetes de 500 euros a Barman y Camarera. Cerró el maletín- Y esto es un consejo de amigo: a partir de ahora yo que ustedes me lo pensaría dos veces antes de volver a probar una Coca-Cola.
Y en un instante su enigmática e imponente presencia, y su maletín, habían desaparecido del bar.
Recogida el 26/04/04 en Santiago de Compostela
El hombre de rasgos árabes terminó su consumición, pagó, recogió el cambio y en un instante su imponente y enigmática presencia había desaparecido del bar. Pero el maletín que lo había acompañado al entrar seguía sobre la barra.
El barman, al que llamaremos Barman, pero que bien podría haber sido un pariente de una amiga, y la camarera, a la que llamaremos Camarera, pero que bien podría haber sido una amiga de un pariente, miraban fijamente el maletín abandonado.
Camarera había visto Los Intocables, y recordaba la escena del maletín explosivo.
Barman también había visto esa película, y también recordaba esa escena, pero no haberse negado nunca a comprar cerveza de contrabando a un capo mafioso.
- ¿Lo abrimos?- preguntó Barman por tercera vez.
- Está bien...- tardó en contestar Camarera- ¿Qué íbamos a hacer sino? Seguro que hay algún papel que nos permita localizar al dueño y devolvérselo...- intentaba convencerse de que nadie había colocado nada para matar a nadie dentro del maletín.
- Haz los honores- Barman se hizo a un lado.
Camarera, conteniendo la respiración, presionó los dos cierres del maletín, que hicieron un ruído idéntico al que harían dos cierres normales de un maletín normal al abrirse. Y dentro del maletín no encontró nada que nadie hubiese colocado allí para matar a nadie. Había dinero. Fajos de billetes de 500 euros, ocupando hasta el último centímetro cúbico del maletín.
La discusión que siguió al hallazgo fue la típica que mantendrían dos personas que acabasen de descubrir un montón de fajos de billetes de 500 euros dentro de un maletín abandonado por un hombre de rasgos árabes. Al final decidieron guardar el maletín bajo la barra y rezar para que el hombre de rasgos árabes no volviese a reclamarlo.
Cinco minutos después estaba de vuelta. Era un hombre de rasgos árabes que acababa de perder un maletín lleno de billetes grandes, pero aparentaba ser un hombre de rasgos árabes bastante tranquilo y seguro de sí mismo.
- Creo que he olvidado mi maletín...- dijo, con un acento acorde con sus rasgos árabes.
Barman, que parecía estar bastante más nervioso que él, puso el maletín sobre la barra, deseando que, si algún día llegase a tener un maletín lleno de billetes de 500 euros y lo olvidase sobre la barra de un bar, hubiera un barman tan estúpido como él tras ella.
- Muchas gracias.
Silencio. Barman y Camarera cruzaron disimuladas miradas de derrota.
- ¿Lo han... abierto?
Silencio incómodo.
Camarera tragó saliva, emitiendo un ruído que recordaba vagamente a un "sí".
Silencio más incómodo aún.
El hombre de rasgos árabes abrió el maletín y examinó el contenido.
- Por las molestias- dijo, tendiendo sendos billetes de 500 euros a Barman y Camarera. Cerró el maletín- Y esto es un consejo de amigo: a partir de ahora yo que ustedes me lo pensaría dos veces antes de volver a probar una Coca-Cola.
Y en un instante su enigmática e imponente presencia, y su maletín, habían desaparecido del bar.
Recogida el 26/04/04 en Santiago de Compostela
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