PENSAMIENTOS BUKOWSKIANOS
El título del post no tiene relación con lo que voy a escribir a continuación, sino con el estado en el que estoy escribiendo: borracho. Bukowski, según cuenta, escribió sus obras acompañado de vodka y otras bebidas espirituosas.
Cuando vuelvo a casa después de una noche de marcha suelo poner Wild Horses, de los Stones, con función repeat, un bucle infinito en el cual mi mente gira y se hunde como en un remolino.
La verdad es que esta juerga no ha estado mal del todo. Me encontraba muy deprimido cuando salí de casa, pero creo que después de dos cañas, un tubo de calimocho y los cinco chupitos seguidos perdí la noción del tiempo, del espacio y de mis pesares.
En Compostela es difícil encontrar un pub en el que pinchen buena música. Es una ciudad pequeña, y todo tiende a homogeneizarse, de modo que es difícil huir del papichulo y de King Africa (es increíble que pongan ese pestiño). Hay dos pubs, curiosamente uno enfrente del otro, donde ponen rock del de verdad. Cuando no te gusta lo que pinchan en uno, te vas para el otro. Uno es más cañero y aceptan peticiones, pero es bastante caro, y el otro es clasicote y de suelo resbaladizo, pero más barato.
Estábamos en el cañero, tomándonos nuestros cubatas y bailando pogo, y me acerqué a la barra a pedir una canción de The Clash. En esto entra un tipo con un disco de David Bisbal, y se lo da al DJ, que lo pone instantáneamente. Al parecer, el tipo traía consigo a una troupe de jóvenes turistas, que habían venido de alguna parte de españa para corrompernos uno de los pocos pubs decentes que nos quedan. Huímos, por supuesto, de aquel sitio, con nuestros vasos aún medio llenos, y nos refugiamos enfrente. A través del cristal miraba con odio al pub traidor, la ira había hecho que nuestras caras se tornaran rojas, al comprobar como alguien puede venderse por un plato de lentejas.
Ni siquiera creo que les diera para un plato de lentejas. Tras dos canciones de Bisbal y una de Bustamante, los turistas se fueron, habiendo consumido apenas nada, dejando un local semivacío. Como en el fondo somos buenos chicos, volvimos allí, y la verdad es que se portaron: pusieron la de Clash (Clampdown), y luego siguieron con los Ramones, Iggy Pop, Metallica (de cuando eran buenos), los Stones... La oveja volvió al redil, y si olvidamos ese bache, esta ha sido una noche de mucha buena música, mucho alcohol, mucho pogo y mucha evasión de la realidad. Que al fin y al cabo es lo que cuenta.
El título del post no tiene relación con lo que voy a escribir a continuación, sino con el estado en el que estoy escribiendo: borracho. Bukowski, según cuenta, escribió sus obras acompañado de vodka y otras bebidas espirituosas.
Cuando vuelvo a casa después de una noche de marcha suelo poner Wild Horses, de los Stones, con función repeat, un bucle infinito en el cual mi mente gira y se hunde como en un remolino.
La verdad es que esta juerga no ha estado mal del todo. Me encontraba muy deprimido cuando salí de casa, pero creo que después de dos cañas, un tubo de calimocho y los cinco chupitos seguidos perdí la noción del tiempo, del espacio y de mis pesares.
En Compostela es difícil encontrar un pub en el que pinchen buena música. Es una ciudad pequeña, y todo tiende a homogeneizarse, de modo que es difícil huir del papichulo y de King Africa (es increíble que pongan ese pestiño). Hay dos pubs, curiosamente uno enfrente del otro, donde ponen rock del de verdad. Cuando no te gusta lo que pinchan en uno, te vas para el otro. Uno es más cañero y aceptan peticiones, pero es bastante caro, y el otro es clasicote y de suelo resbaladizo, pero más barato.
Estábamos en el cañero, tomándonos nuestros cubatas y bailando pogo, y me acerqué a la barra a pedir una canción de The Clash. En esto entra un tipo con un disco de David Bisbal, y se lo da al DJ, que lo pone instantáneamente. Al parecer, el tipo traía consigo a una troupe de jóvenes turistas, que habían venido de alguna parte de españa para corrompernos uno de los pocos pubs decentes que nos quedan. Huímos, por supuesto, de aquel sitio, con nuestros vasos aún medio llenos, y nos refugiamos enfrente. A través del cristal miraba con odio al pub traidor, la ira había hecho que nuestras caras se tornaran rojas, al comprobar como alguien puede venderse por un plato de lentejas.
Ni siquiera creo que les diera para un plato de lentejas. Tras dos canciones de Bisbal y una de Bustamante, los turistas se fueron, habiendo consumido apenas nada, dejando un local semivacío. Como en el fondo somos buenos chicos, volvimos allí, y la verdad es que se portaron: pusieron la de Clash (Clampdown), y luego siguieron con los Ramones, Iggy Pop, Metallica (de cuando eran buenos), los Stones... La oveja volvió al redil, y si olvidamos ese bache, esta ha sido una noche de mucha buena música, mucho alcohol, mucho pogo y mucha evasión de la realidad. Que al fin y al cabo es lo que cuenta.
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