DAREDEVIL
Dios, que puta mierda.
Sí, al final he visto Daredevil. Como ya dije cuando hablé de Hulk, sabía que esta película no me iba a gustar. Pero con la curiosidad malsana de quien decelera su automóvil y mira hacia donde están la ambulancia y el coche empotrado, me decidí a verla. Y sí, es mala. Mala de cojones.
Tenemos un director y guionista, Mark Steven Johnson, curtido en películas familiares poco afortunadas como Simon Birch y Jack Frost (Esta última solo como guionista), que ha decidido convertirse en el nuevo Tim Burton. Quiere hacer su Batman, pero como ese ya está pillado, coje a otro superhéroe que también lleva cuernecitos en el traje y anda por los tejados (Porque ahí acaban las similitudes del original con el hombre murciélago). El guión que Johnson le coló a la productora, cargado de fallos, refleja más o menos la historia del personaje, pero no al personaje en sí. El director quería un antiheroe fascista como Batman, no al bueno de Matt Murdock, así que convierte a Daredevil en un cabrón vengativo, tan despreciable como los delincuentes a los que se enfrenta. Además, Ben Affleck está peor que en Phantoms. Mira que me cae bien ese tipo, pero no tiene carisma de superhéroe. Y luego está lo del disfraz.
Mis colegas y yo nos reíamos de la foto publicitaria, pero en la película es mucho peor. Afortunadamente las escenas de acción en las que interviene Daredevil transcurren todas de noche, y la oscuridad ayuda bastante a camuflar la repugnante fealdad de su traje.
Luego están los secundarios. Elektra, un personaje que en nada se parece al de los comics y que protagoniza el combate más gracioso (por delirante) de toda la película, es aún así la menos damnificada por la adaptación. Porque los que sí que han sufrido en su paso a la gran pantalla han sido Bullseye y Kingpin, dos villanos carismáticos convertidos en malvados de opereta. Bullseye en la película tiene la mente de un niño de cuatro años, y además es feo de cojones. Kingpin, el de los comics, es el intocable jefe de una organización criminal. En la película es estúpido, no te explicas cómo ha podido llegar tan alto. Y es negro. No es racismo, cualquiera que haya visto a Kingpin en un comic sabe que es blanco, y no hay razón alguna para cambiarlo de color.
Lo mejor de la película son los cameos de Kevin Smith y de Robert Iler (Anthony Jr. en Los Soprano). El resto es acción mal dirigida, música insoportable, fallos de guión, un look muy moderno y una micción continua sobre la mejor etapa que vivió el superhéroe, en la cual se basa este (insoportablemente) largo-metraje. Y el puto traje.
Dios, que puta mierda.
Sí, al final he visto Daredevil. Como ya dije cuando hablé de Hulk, sabía que esta película no me iba a gustar. Pero con la curiosidad malsana de quien decelera su automóvil y mira hacia donde están la ambulancia y el coche empotrado, me decidí a verla. Y sí, es mala. Mala de cojones.
Tenemos un director y guionista, Mark Steven Johnson, curtido en películas familiares poco afortunadas como Simon Birch y Jack Frost (Esta última solo como guionista), que ha decidido convertirse en el nuevo Tim Burton. Quiere hacer su Batman, pero como ese ya está pillado, coje a otro superhéroe que también lleva cuernecitos en el traje y anda por los tejados (Porque ahí acaban las similitudes del original con el hombre murciélago). El guión que Johnson le coló a la productora, cargado de fallos, refleja más o menos la historia del personaje, pero no al personaje en sí. El director quería un antiheroe fascista como Batman, no al bueno de Matt Murdock, así que convierte a Daredevil en un cabrón vengativo, tan despreciable como los delincuentes a los que se enfrenta. Además, Ben Affleck está peor que en Phantoms. Mira que me cae bien ese tipo, pero no tiene carisma de superhéroe. Y luego está lo del disfraz.
Mis colegas y yo nos reíamos de la foto publicitaria, pero en la película es mucho peor. Afortunadamente las escenas de acción en las que interviene Daredevil transcurren todas de noche, y la oscuridad ayuda bastante a camuflar la repugnante fealdad de su traje.
Luego están los secundarios. Elektra, un personaje que en nada se parece al de los comics y que protagoniza el combate más gracioso (por delirante) de toda la película, es aún así la menos damnificada por la adaptación. Porque los que sí que han sufrido en su paso a la gran pantalla han sido Bullseye y Kingpin, dos villanos carismáticos convertidos en malvados de opereta. Bullseye en la película tiene la mente de un niño de cuatro años, y además es feo de cojones. Kingpin, el de los comics, es el intocable jefe de una organización criminal. En la película es estúpido, no te explicas cómo ha podido llegar tan alto. Y es negro. No es racismo, cualquiera que haya visto a Kingpin en un comic sabe que es blanco, y no hay razón alguna para cambiarlo de color.
Lo mejor de la película son los cameos de Kevin Smith y de Robert Iler (Anthony Jr. en Los Soprano). El resto es acción mal dirigida, música insoportable, fallos de guión, un look muy moderno y una micción continua sobre la mejor etapa que vivió el superhéroe, en la cual se basa este (insoportablemente) largo-metraje. Y el puto traje.
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