O VELLO AGUANTA
El viernes, día da patria galega, la Xunta (el PP) entregó las Medallas Galicia. Es este un ritual celebrado cada año en el que "el pueblo gallego" premia a las personas u organizaciones que "hayan destacado por sus méritos al servicio de la Comunidad Autónoma en cualquier aspecto de la realidad social, cultural o económica". Lo curioso es que los ciudadanos de Galiza no seleccionan a sus galardonados, y que éstos siempre son personas leales al régimen de Fraga, ya sean políticos carpetovetónicos, empresarios sin escrúpulos o periodistas lameculos. Bueno, también premian a deportistas, monjitas o militares muertos, para que no de mucho el cante.
Este año ha habido mucha polémica sobre la elección los condecorados, y no es para menos. La Xunta ha decidido premiar por su servicio a Galiza a dos personas que no han hecho demasiado bien al país precisamente: Loyola de Palacio y Paco Álvarez Cascos. Loyola fue ministra de Agricultura y Pesca, y la agricultura y la pesca de Galiza se fueron a pique durante esa época, y la de Cascos fue una de las cabezas que más se pidieron en los días del Prestige, además de que recibe la condecoración por "la especial sensibilidad demostrada para mejorar las comunicaciones del noroeste peninsular", cuando a lo que se ha dedicado es a aplazar el AVE casi indefinidamente.
Premiar a dos personajes culpables de la actual desgracia econónima de Galiza es insultante, pero además son agasajados justo el Día da Patria. El PP se ríe de sus votantes galegos, sabedores de que el pueblo seguirá con su política de "mexan por nós e hai que dicir que chove". Mean sobre nosotros y hay que decir que llueve. Por supuesto, hubo una movilización en contra de este insulto al pueblo, pero eso poco importa en el país donde hasta los emigrantes muertos votan por el PP.
En la entrega de premios estaba la crème de la crème de la sociedad galega, todos de etiqueta y en compañía de sus esposas de tez morena y brillante. Había algunas inexplicables "guest stars" como el vicepresidente Rajoy, Ana de Palacio o la Ministra de Sanidad (Rajoy es galego, pero las otras dos no tienen justificación) acompañando a Fraga sobre el escenario. También participó en la gala una banda de gaitas demasiado grande para sonar bien, que interpretó, entre otros temas, el himno de Galiza. Pero sólo la primera parte, que no tiene sentido sin la segunda, pero tampoco compromisos políticos.
Lo que me impactó verdaderamente de la gala, y la razón por la cual escribo esta nota, fue el preidente de la Xunta, Manuel Fraga. Este año ha fallecido mucha gente famosa: Katherine Hepburn, Barry White, Gregory Peck, Compay Segundo, Celia Cruz... Hasta Strom Thurmond, el centenario senador ultra-conservador norteamericano, veterano de la II Guerra Mundial y lo más parecido que había en la Tierra a Fraga, nos ha dejado. Pero Don Manuel sigue ahí. Lo ví en vivo y en directo hace un par de años, y no parecía que fuera a durar mucho más. Caminaba balanceándose como Humpty Dumpty, respiraba con dificultad, y sus ojos cada vez más claros se ocultaban tras sus párpados superiores. Pero el sigue ahí. En la entrega de las medallas se vio que era incapaz de leer lo que ponía en un papel de una manera inteligible y continuada. Perdió el aliento en un par de ocasiones, y al ver eso me pregunté ¿Porqué los malos son los que más tardan en morir? Su público aplaudió la senilidad del gobernante, sabedores de que Don Manuel es su garantía para permanecer en el poder. O vello aguanta, pensarían orgullosos.
El viernes, día da patria galega, la Xunta (el PP) entregó las Medallas Galicia. Es este un ritual celebrado cada año en el que "el pueblo gallego" premia a las personas u organizaciones que "hayan destacado por sus méritos al servicio de la Comunidad Autónoma en cualquier aspecto de la realidad social, cultural o económica". Lo curioso es que los ciudadanos de Galiza no seleccionan a sus galardonados, y que éstos siempre son personas leales al régimen de Fraga, ya sean políticos carpetovetónicos, empresarios sin escrúpulos o periodistas lameculos. Bueno, también premian a deportistas, monjitas o militares muertos, para que no de mucho el cante.
Este año ha habido mucha polémica sobre la elección los condecorados, y no es para menos. La Xunta ha decidido premiar por su servicio a Galiza a dos personas que no han hecho demasiado bien al país precisamente: Loyola de Palacio y Paco Álvarez Cascos. Loyola fue ministra de Agricultura y Pesca, y la agricultura y la pesca de Galiza se fueron a pique durante esa época, y la de Cascos fue una de las cabezas que más se pidieron en los días del Prestige, además de que recibe la condecoración por "la especial sensibilidad demostrada para mejorar las comunicaciones del noroeste peninsular", cuando a lo que se ha dedicado es a aplazar el AVE casi indefinidamente.
Premiar a dos personajes culpables de la actual desgracia econónima de Galiza es insultante, pero además son agasajados justo el Día da Patria. El PP se ríe de sus votantes galegos, sabedores de que el pueblo seguirá con su política de "mexan por nós e hai que dicir que chove". Mean sobre nosotros y hay que decir que llueve. Por supuesto, hubo una movilización en contra de este insulto al pueblo, pero eso poco importa en el país donde hasta los emigrantes muertos votan por el PP.
En la entrega de premios estaba la crème de la crème de la sociedad galega, todos de etiqueta y en compañía de sus esposas de tez morena y brillante. Había algunas inexplicables "guest stars" como el vicepresidente Rajoy, Ana de Palacio o la Ministra de Sanidad (Rajoy es galego, pero las otras dos no tienen justificación) acompañando a Fraga sobre el escenario. También participó en la gala una banda de gaitas demasiado grande para sonar bien, que interpretó, entre otros temas, el himno de Galiza. Pero sólo la primera parte, que no tiene sentido sin la segunda, pero tampoco compromisos políticos.
Lo que me impactó verdaderamente de la gala, y la razón por la cual escribo esta nota, fue el preidente de la Xunta, Manuel Fraga. Este año ha fallecido mucha gente famosa: Katherine Hepburn, Barry White, Gregory Peck, Compay Segundo, Celia Cruz... Hasta Strom Thurmond, el centenario senador ultra-conservador norteamericano, veterano de la II Guerra Mundial y lo más parecido que había en la Tierra a Fraga, nos ha dejado. Pero Don Manuel sigue ahí. Lo ví en vivo y en directo hace un par de años, y no parecía que fuera a durar mucho más. Caminaba balanceándose como Humpty Dumpty, respiraba con dificultad, y sus ojos cada vez más claros se ocultaban tras sus párpados superiores. Pero el sigue ahí. En la entrega de las medallas se vio que era incapaz de leer lo que ponía en un papel de una manera inteligible y continuada. Perdió el aliento en un par de ocasiones, y al ver eso me pregunté ¿Porqué los malos son los que más tardan en morir? Su público aplaudió la senilidad del gobernante, sabedores de que Don Manuel es su garantía para permanecer en el poder. O vello aguanta, pensarían orgullosos.
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